Carta anónima.

Buenos días, soy una persona anónima, por lo tanto no hay para mí mayor identidad que esa misma; la de anónima.
Pero, a pesar de esta falta mía, poseo algo mucho más poderoso aún; poseo mi voz.
No es una voz bonita, ni dulce, ni armoniosa... ni siquiera es una voz alegre, no es una voz que te haga sonreir al escucharla, ni siquiera debería producir en ti ningún tipo de sensación si es que tú, seas quien seas que estes leyendo esto, seas consciente de la realidad de mis días y de muchas personas más que se encuentran en una situación similar a la mía.
Situación de la que, en ningún caso si esto no fuera extrictamente anónimo, osaría mencionar siquiera.
El miedo cierra más bocas de las que el hombre ha conseguido llenar hoy y siembra más dolor en el cuerpo de lo que cualquier tortura física conseguiría a alcanzar con avismales diferencias.
Nada nunca se le podrá comparar al tener que vivir con miedo, sometido a una figura a la que tener que obedecer por muy injusto que sea lo que se nos pueda imponer, por muy ilógico que sea, dará igual...
Teniendo tan presente nuestra falta de libertades como el sol sobre nuestras cabezas en pleno mes de agosto e incluso, seguir sintiendo esa angustia dentro de nosotros cuando este se oculta tras las nubes para darnos un respiro, porque a pesar de todo sigue ahí y en cualquier momento puede volver a ti esa furiosa bola ardiente, para recordarte de nuevo que estas a su absoluta merced.
Que aunque puedes sentir las alas a tus espaldas en ocasiones, junto a las ganas de volar que recorren tu cuerpo enteramente no puedes utilizarlas.
No puedes escapar de tu maldita prisión personal.
No puedes acallar los gritos.
No puedes parar los golpes.
No puedes hacer desaparecer la opresión de tu pecho.
No puedes evitar nada en absoluto, porque no eres dueño de tu situación y por consecuencia tampoco de ti mismo...
No tienes importancia, ni poder de decisión para nada en absoluto.
No tienes identidad; condenado a permanecer anónimo para los demás.
Eres tán diminuto que solo cuentas con tu mente y tus palabras, esas dos cosas a las que ellos jamás podrán llegar...
Pero nada más que eso...

Ahora dime, tu tambien sientes las cadenas atadas a tus muñecas?

Realidad?

Mira a tu alrededor y dime si podrías decir, con toda certeza, que  todo lo que está a tu alrededor....
No, ni siquiera eso... si podrías afirmar con total seguridad que una milésima parte de lo que estás viviendo es real.
Que no es una ilusión que no tiene más razón que la que le ha dado tu cabeza en un primer momento o que tan solo es una realidad distorsionada por la influencia de tus deseos, que solo hacen por ver lo que ha ellos les conviene, sin tener en cuenta que quizás a ti, a esa pequeña parte de tu ser que es capaz de separar los tan mal definidos conceptos, te gustaria conocer como funcionan las cosas detrás del tupido velo que tu misma has creado para protejerte del resto, cayéndo finalmente en tu propia mentira.
Y si aceptamos esto, como sabemos cuales serían los límites, como podriamos saber donde acaba lo que puede ser imaginario y lo que no?
Si pensamos en esto, quien podria negarme a mí la idea de que nada existe en realidad? de que todo es una maldita ilusión creada por lo más íntimo, incosciente y desconocido de nuestra mente?
Repito, quien? y que tipo de razones pondría para afirmar mi error?

Nananana...

Nananana... na... nananana...naa...
El tatarear de la canción llena toda la habitación, pero realmente no consigue quitar esa sensación de vacio que acompaña siempre a quien no tiene nada que decir, o que de lo contrario, no encuentra las palabras necesarias para expresarse.
Tan solo un suspiro, cansado y matizado ligeramente con sentimiento de derrota escapa de sus labios, para luego proseguir nuevamente con la desgarradora melodia...

Nananana... na... nananana....naa....

Llamador de Ángeles.

Solo deja que las palabras salgan directamente de tu interior, no las pienses, no las leas, no vuelvas a atras hasta que deas este texto, que realmente se podria hacer infinito, por acabado y mucho menos vuelvas a atrás a corregir lo que ya tienes escrito, porque de este modo estas plasmando; con toda la lealtad a la que las palabras pueden aspirar, la realidad de tus pensamientos.
Todos y cada uno de ellos vuelan de mis dedos a las teclas que rozo suavemente con las mismas yemas de estos sin un solo segundo de tregua para su previo razonamiento y así, esa corriente de energía que llega hasta lo más profundo de mi vida interior va dejando tras de sí la curiosa calma que nos invade cuando acabamos de hablar sobre algo, esa tan familiar y al mismo tiempo novedosa sensación de desahogo y absoluta libertad.
Cierra los ojos durante un segundo y aspira, nota ahora como tus pulmones hasta ese momento llenos, van desinflándose poco a poco y como a su vez, los latidos de tu corazón se frenan con él.
Entonces lo escuchas, allí un poco mas arriba de tu pecho.
Era como si del sonido de las campanas se tratase, pero llegado a los oidos de una forma tan suave, dulce y amortecida que tal solo podía tratarse de algo más allá, de algo superior; como si se fusionase en una misma armonia el rumor de la cascada mas pura, la nana de un viejo sauce mecido por el viento y el batir suave y elegante de unas alas blancas.
Sonrei al reconocer la llamada.

Esa llamada celestial que me recordaba que yo ya contaba con la mayor de las suertes.